¿QUÉ ES EN REALIDAD LO QUE CONMEMORAMOS HOY 31 DE OCTUBRE?
Por Milton Villanueva
Realmente la Reforma Protestante del Siglo 16 no ocurrió el 31 de octubre de 1517. Podemos decir más apropiadamente que ese día marcó el inicio de lo que se convertiría en una crisis en la Iglesia que desembocó en lo que hoy conocemos como La Reforma Protestante. La semilla que germinaría en esa Reforma fueron las 95 Tesis clavadas en el tablón de edictos públicos en la puerta de la La Catedral de Wittenberg, Alemania. Y el hombre que Dios escogió para escribirlas fue Martín Lutero.
EL HOMBRE QUE DIOS USÓ
Martín Lutero, el gran reformador alemán, fue un monje raro. Nacido el 10 de noviembre de 1483, de madre leñadora y padre carbonero, fue criado bajo la rudeza disciplinaria de sus progenitores. Ya superada la precaria situación de su familia, a los 18 años fue a cursar estudios universitarios. Recién graduado de filosofía, y a punto de iniciar sus estudios en jurisprudencia, un día mientras regresaba de la casa de sus padres, fue sorprendido por una tormenta eléctrica. Un rayo cayó tan cerca de él, que con gran asombro pudo comprobar que estaba vivo. Aterrorizado clamó a Santa Ana e hizo la promesa de entrar al convento y dedicar el resto de su vida a servir en una orden monástica.
Entró al convento, cuando tenía cerca de 22 años, perseguido por el “fantasma” de un Dios justo y castigador, posiblemente forjado por la rudeza disciplinaria de sus padres y la traumatizante experiencia del rayo. Aún dentro de las cuatro paredes del monasterio, sin más relación con el mundo de afuera, se sentía tan convicto de pecados, que pasaba horas enteras en el confesionario. ¿Cómo se explica esa conciencia atormentada de un excelente monje como lo fue Lutero? En entender esto, radica el significado e importancia de la reforma. Y es que Lutero quería e intentaba presentarle su propia justicia a Dios, pero siempre se quedaba corto ante un Dios perfectamente justo y santo. Por más que trataba de satisfacer la justicia que demanda Dios para estar en paz con él por medio de penitencias y buenas obras, crecía la frustración de no dar la medida.
La gran pregunta que Lutero comenzó a hacerse: ¿Cómo puedo salvarme siendo Dios justo y yo injusto?
La respuesta la encontró leyendo la Palabra de Dios en Romanos 1:17:
“Porque en el evangelio la justicia de Dios se revela por fe y para fe, como está escrito: Mas el justo por la fe vivirá.” – RV1960 / “De hecho, en el evangelio se revela la justicia que proviene de Dios, la cual es por fe de principio a fin, tal como está escrito: «El justo vivirá por la fe”. –NVI
· La experiencia de la torre (entre 1515 y 1516) en Wittenberg mientras enseñaba la Carta a los Romanos.
Lutero habla de ella en 1545: «He odiado el término “justicia de Dios”, porque la costumbre y la práctica de todos los doctores me habían enseñado a entenderla en sentido filosófico, la llamada justicia formal .o con otra palabra: en acto., por la cual Dios es justo y castiga a los pecadores y a los injustos. Pero no podía amar al Dios justo que castiga al pecador, es más, lo odiaba (...) Estaba lleno de malevolencia hacia Dios, y, además, si no le imprecaba en secreto, murmuraba fuertemente diciendo: ¿no es bastante que los míseros pecadores, condenados eternamente por el pecado original, sean oprimidos con toda suerte de males por la ley de los diez mandamientos? ¿Dios debe añadir con el Evangelio dolor a dolor y amenazar en él con su justicia y su ira? Medité día y noche sin descanso, mientras no puse atención al nexo de la palabra, es decir: La justicia de Dios está revelada en el Evangelio, según como está escrito: El justo vivirá por la fe.. Comencé entonces a concebir la justicia de Dios como una justicia por la cual el justo vive como por don de Dios, luego por fe; y noté que iba entendida así: con el Evangelio se revela la justicia de Dios, lo cual equivale a decir la considerada justicia .pasiva., es decir, la que recibimos y a través de la cual Dios, por su gracia y misericordia, nos rinde justos por el trámite de la fe (...) Me sentí entonces completamente renacido: se me habían abierto las puertas, era introducido al paraíso».
· La gota que colmó la copa: La autorización papal de la venta de indulgencias y la forma de hacerlo del dominico Johann Tetzel.
Las indulgencias eran documentos papales asegurando el perdón de pecados para vivos y muertos de aquellos que las compraran, y estaban garantizadas por el exceso de las buenas obras (“supererogatorias”) de los santos (es decir, en exceso de las necesarias para salvarse) acumuladas en los tesoros de la iglesia. Sus recaudos serían destinados a la reconstrucción de la basílica de San Pedro en Roma. Tetzel llegó al extremo de asegurar en sus vehementes sermones: “Tengo en mis manos los pasaportes que dan al alma entrada a los goces del paraíso celestial. Cualquiera puede ser perdonado, no importa el pecado cometido. El santo Padre tiene el poder en el cielo y en la tierra para perdonar pecados, y si el Papa los perdona, Dios está obligado también a perdonarlos. En cuanto la moneda suena en la tina, el alma salta del purgatorio directamente al cielo”
Con la llegada de Tetzel a Wittenberg, la indignación de Lutero fue tal que dijo: “Voy a hacer un agujero en ese tambor.”
LAS 95 TESIS DE LUTERO
Lo que realmente Lutero se propuso al publicar este documento en aquella fecha memorable (víspera de todos los santos) era una convocación a la discusión, entre teólogos y profesores, de los asuntos que en ella se trataban, siendo el tema predominante la venta de indulgencias. En su encabezamie
nto decía así: -«Por amor y deseo de aclarar la verdad, los siguientes puntos serán sometidos a disputa en Wittenberg, bajo la presidencia del R.P. Martín Lutero, maestro en artes y en teología y de la misma profesor ordinario. Por tanto, ruega a los que no puedan estar presentes para discutir oralmente con nosotros, lo hagan por escrito. En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Amén».
Según lo que sabemos por la historia, nadie se dio por enterado, ni acudió a la cita. Providencialmente un periodista se percató del contenido de las 95 Tesis, y comenzó a publicarlo, gracias a la ventaja de la invención de la imprenta. Pronto la noticia se diseminó por todas partes, pero al principio no se le dio la debida importancia por la Iglesia. El papa pensó que se trataba de un “fraile borracho” y que todo terminaría “cuando le pasara la borrachera”. Pero, no fue así.
La antorcha de la reforma ya estaba encendida y tuvo un efecto tan chispeante que estaba provocando un incendio de grandes proporciones a la Iglesia institucionalizada.
LA OFENSIVA PAPAL
A mediados de 1520 se ordenó la quema de todos los libros de Lutero. En diciembre de ese mismo año Lutero respondió a esa ofensiva “quemando públicamente” la bula o documento que lo ordenaba. Razón por la cual se le encuentra sujeto a la excomunión (bula Decet Romanum Pontificem (3 de enero de 1521). “Como Carlos V se había empeñado en no seguir ningún decreto de condena sin previo proceso, era necesario citar a Lutero delante de la dieta imperial de Worms.”
LA DIETA DE WORMS (16 al 25 de abril de 1521)
La Dieta de Worms fue un momento decisivo. Lutero compadeció provisto de salvoconducto. En su primera interpelación reconoció como suyos los libros incriminados, pero rehusó responder inmediatamente a la petición de retractarse de lo que había escrito en ellos. Solicitó comparecer al día siguiente para responder de una vez por todas. Lutero, estaba consciente de que se estaba “jugand
o la vida”, pero también de haber sido escogido por Dios para ese momento trascendental de la defensa del Evangelio.
Luego de tener su propio “Getsemaní” agonizante en oración durante aquella noche, regresó al día siguiente animado por Dios y resuelto a responder:
«Ya que vuestra Majestad sacratísima y vuestras señorías me piden una respuesta sencilla, la daré sin cuernos ni dientes, en esta forma: mientras no me convenzan con testimonios de las Escrituras o con razones evidentes, pues no creo en el papa ni en los concilios solos, porque consta que erraron muchas veces y se contradijeron a sí mismos; convencido como estoy por las Escrituras que yo he aducido y teniendo la conciencia prisionera de la palabra de Dios, ni puedo ni quiero retractar nada, pues no es prudente ni está en mi mano el obrar contra mi conciencia. Dios me ayude. Amén.»
Al finalizar su interpelación, Lutero musitó: “si tuviera mil cabezas, mil cabezas me dejaría cortar antes que retractarme en absoluto de nada.”
A nuestro mejor entender fue aquí, en la Dieta de Worms, donde quedó consolidada y estampada para la historia una de las Cinco Solas de la Reforma: “Sola Escritura” que servirá de fundamento y sostén para las restantes, y no por eso menos importantes, “Solas”. Lutero llevó a su máxima expresión la diligencia de los bereanos bíblicos, el reconocimiento de la doctrina apostólica de la inspiración y máxima autoridad de fe y conducta de las Sagradas Escrituras en la vida de la iglesia del Señor, y la actitud comprometida con que debemos acoger la exhortación “a contender ardientemente por la fe que de una vez para siempre fue entregada a los santos.” – Judas 3
IMPLICACIONES Y APLICACIONES
1. Sola Escritura nos hace responsables de velar por la pureza de la iglesia, en todo tiempo, para evitar su naufragio en la fe y conducta. Y, finalizar predicando y practicando “otro evangelio”.
2. Sola Escritura no significa que la Iglesia desconoce y desacata toda otra autoridad. Sino que la Biblia es la “única regla infalible e inerrante de fe y conducta” y por tanto la máxima autoridad de fe y conducta sobre su vida. Nuestra obediencia a cualquier otra autoridad estará sujeta a que no incurramos en desacato a la Palabra de Dios.
3. Sola Escritura hace inaceptable toda pretendida “revelación e inspiración extra-bíblica” por resultar antibíblica.
4. Sola Escritura nos debe prevenir del peligro de “hacer y tener papas” en cualquiera esfera eclesiástica contemporánea.
5. Sola Escritura nos advierte del peligro en que incurrimos cuando el afán por “la prosperidad económica y material” denigran la vida de la iglesia.
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