El mensaje profético de Jesús desde el Monte de los Olivos
En este mensaje profético Jesús corrige la forma de pensar de sus discípulos sobre algunos aspectos de su segunda venida, la cual pondrá fin a este “presente siglo malo” y nos introducirá de lleno en los poderes del “siglo venidero”.
Para entender bien su mensaje profético tenemos que ponerlo en su correcta perspectiva y contexto. Jesús había estado enseñando en el área del templo, y concluyó su estadía allí pronunciando siete juicios proféticos contra “los maestros de la ley” y los fariseos, por causa de su religiosidad superficial, su hipocresía e incredulidad (Mateo 23:13-32). Su énfasis final fue que Dios juzgaría a la nación de Israel por su pecado acumulado durante siglos, que en su momento se completaría con el rechazo como Mesías. Y el juicio por todo este pecado acumulativo y culminante vendría sobre ellos durante su propia generación:
“¡Completen de una vez y por todas lo que sus antepasados comenzaron! Así recaerá sobre ustedes la culpa de toda la sangre justa que ha sido derramada sobre la tierra, desde la sangre del justo Abel hasta la de Zacarías, hijo de Berequías, a quien ustedes asesinaron entre el santuario y el altar de los sacrificios. Les aseguro que todo esto vendrá sobre esta generación”. – Mateo 23:32, 35-36 - (Comparar con Daniel 9:24).
Cuando iba saliendo del área del templo, sus discípulos le llamaron la atención acerca de la belleza y magnificencia del templo (Marcos 13:1; Lucas 21:1). Jesús les respondió: “¿Ven todo esto? Les aseguro que no quedará piedra sobre piedra, pues todo será derribado” (Mateo 24:2). No cabe ninguna duda de que Jesús estaba prediciendo la destrucción de Jerusalén la cual tuvo lugar en el año 70 D.C.. Entonces, Pedro, Santiago Juan y Andrés se acercaron a él en privado al Monte de los Olivos; mientras contemplaban el templo le preguntaron: “¿Cuándo sucederá eso, cuál será la señal de tu venida y del fin del mundo?” – Mateo 24:3 (Leer también Marcos 13:4 y Lucas 21:7).
Por la forma en que los discípulos le preguntan, parece que ellos estuvieran bajo la impresión de que la destrucción del templo, la segunda venida de Jesús y el final de esta era, todo ocurriría simultáneamente. Un análisis de la respuesta de Jesús nos permite suponer o sugerir que ante esta concepción equivocada de los discípulos, Jesús trata de corregirlos al respecto. Es decir, en su repuesta Jesús distingue entre la pronta destrucción del templo y su segunda venida al final de esta era que todavía estaba un futuro no inminente.
El preámbulo. Mateo 24:4-8 plantea claramente una serie de hechos que muchos suponen como “señales del fin” desde una perspectiva futurista, pero Jesús se refiere a ellas como “apenas el comienzo de dolores” que culminarían con la destrucción del templo. Entonces, procede en los versículos 9-14 a advertirles acerca de los peligros a que estarían expuestos por causa de la maldad y de la predicación del evangelio a todo el mundo. Cuando este evangelio fuera predicado a todo el mundo, entonces sería el fin. ¿Cuál fin? El que tenía que ver con la destrucción del templo y de Jerusalén. En otras palabras, el final de Israel como nación. La hora del juicio por causa de su pecado habría llegado. Recordemos que Jesús estaba poniendo los acontecimientos en orden y perspectiva porque sus discípulos no distinguían entre la destrucción del templo y la segunda venida. Seguramente algunos pondrán en tela de juicio la evangelización mundial, que debió estar completa para el 70 DC:, pero los testimonios de la misma Escritura dejan lugar a contraponer este argumento. (Leer Hechos 2:5,11; Romanos 1:8; 10:17-18; Colosenses 1:6,23; además, los tres viajes misioneros de Pablo son un testimonio de la evangelización mundial).
Cuando continuamos leyendo Mateo 24:15-21, Jesús añade un nuevo elemento al cuadro previsor de lo que le esperaba a su nación como juicio por su pecado: “la abominación desoladora de que habló el profeta Daniel”. Esta marcaría, no el principio del dolor, sino la plenitud del mismo. Algo sin precedente. Recordemos de nuevo que los discípulos le habían preguntado “¿cuándo?”; y la contestación de Jesús no puede ser más precisa: “Así que cuando vean en el lugar santo “el horrible sacrilegio” de que habló el profeta Daniel…” (vers. 15), la hora ha llegado. ¿En qué consistiría la abominación desoladora? Lucas 21:20 tiene la respuesta: “Cuando vean a Jerusalén rodeada de ejércitos, sepan que su desolación ya está cerca.” Claramente la señal de la inminente destrucción de Jerusalén estaría marcada por su cerco por parte del ejército romano en el año 70 D.C.. Una descripción clara de la “tribulación” que los judíos sufrieron en aquellos días en manos de Tito, general del ejército, la hace el historiador Josefo en La Guerra de los Judíos, V,x – VI,vi.
Si alguien se aferra a la idea descabellada de que Lucas 21:20 se refiere a algo distinto a la “abominación desoladora” de Mateo 24:15, diciendo que Lucas se refiere a la destrucción de Jerusalén en el año 70 D.C., mientras que Mateo a una destrucción de dicha ciudad que tendrá lugar al final de este presente siglo malo, entonces se estaría violando un principio elemental de hermenéutica bíblica: la analogía de la Escritura. Es decir, que la Escritura ha de interpretarse por la misma Escritura. Podemos concluir que todo el discurso profético de Jesús, hasta este momento, tiene que ver con la destrucción de Jerusalén que tuvo lugar en el año 70 D.C..
Una palabra de precaución
Porque Jesús sabía del peligro y la confusión mesiánica que podía representar toda esta catástrofe para su nación, les previno del posible engaño acerca de su segunda venida y/o de pretendido mesías que se aprovecharan de la crisis de esos días:
“Entonces, si alguien les die a ustedes: “¡Miren, aquí está el Cristo!” o “¡allí está”! No lo crean. […] Porque así como el relámpago que sale del oriente se ve hasta el occidente, así será la venida del Hijo del Hombre” (Mateo 24:23 y 27).
La parte más crítica del sermón profético
Hay que admitir con toda sinceridad que los versículos 29-31: “Inmediatamente después de la tribulación de aquellos días… la señal del Hijo del Hombre aparecerá en el cielo… Verán al Hijo del Hombre venir en las nubes con poder y gran gloria”, ofrecen serías dificultades interpretativas. Lo más fácil sería decir que se refieren a la segunda venida de Cristo, pero esto sería ignorar la naturaleza del lenguaje apocalíptico que se emplea en la Biblia para referirse al juicio o manifestación sobrenatural de Dios sobre una nación (Joel 2:10, 31 – compárese con Hechos 2:17:21). Un escritor sugiere que lo que estaba diciendo aquí, es que inmediatamente después de la destrucción de Jerusalén, Israel como nación había llegado a su fin. ¡Su gloria se había apartado de ella! Que el Señor visitaba a la nación con juicio y establecía su señal “visible a todas las tribus de Israel dispersas por el mundo su soberanía y juicio””. (Comparece con Mateo 26:64).
Luego continúa el Señor: “Y al sonido de la gran trompeta mandará a sus ángeles, y reunirán de los cuatro vientos a los elegidos, de un extremo al otro del cielo” (Mateo 24:31). Según el mismo autor que hemos citado, aquí la trompeta podría ser el evangelio predicado por sus mensajeros a toda la tierra hasta completar el número de los elegidos.
El texto crucial en cuanto al tiempo
Y, finalmente, viene vienen los versículos más críticos para la interpretación de este pasaje: “Les aseguro que no pasará este generación hasta que todas estas cosas sucedan. El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras jamás pasará” (34-35). La dificultad estriba en que la declaración de Jesús hace que todo lo que él ha dicho hasta ahora:
1. En que tuvo necesariamente que haberse cumplido en su propia generación, no más tarde del año 70 D.C..
2. En que hubiera un mal cálculo de parte de Jesús.
3. En que los acontecimientos que se mencionan hasta aquí debe tomarse como un tipo de lo que tendrá lugar,
escatológicamente hablando, en la consumación de este presente siglo malo.
Por supuesto que nosotros entendemos que cualquiera de las opciones es posible y mejor que la número 2, la cual resulta totalmente inaceptable.
Una vez más insistimos en que a lo que Jesús se ha estado refiriendo es la destrucción del templo y Jerusalén., y del final de Israel como nación. Definitivamente ese fue el “cuando” que Jesús estaba contestando a sus discípulos, y fue exactamente lo que ocurrió en esa misma generación.
La parte correctiva
A partir de Mateo 24:36, Jesús comienza a clarificar lo que tenía que ver con su segunda venida (el “todavía no”). Respecto a eso, Jesús dice: “Pero el día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino sólo el Padre”. Obviamente, Jesús comienza a corregir el “cuándo” indiscriminado con que los discípulos concebían la destrucción del templo y la segunda venida. De lo primero, él les podía dar indicios bien claros; de lo segundo, no. Estaba en la sola potestad del Padre. Su segunda venida y el fin de este presente siglo malo ocurrirán simultáneamente, pero distinto a la destrucción de Jerusalén no había un tiempo y unas señales precisas a divulgar. Lo importante era la actitud y el estar preparados para cuando fuera, porque no habría ningún indicio preciso. En todo caso, cuando el mundo menos se lo espere. Pero ellos, sus discípulos, debían “velar y orar” porque no sabrían el día ni la hora en que vendría. Es más, les advierte sobre el peligro de de vivir una vida incorrecta a causa de una “supuesta tardanza” de su venida. Insistimos en que Jesús no habló de ninguna señal, sino de una advertencia “manténganse despiertos” (vers. 42).
En resumen, Mateo 24:31-46, distinto a la primera parte del capítulo, habla de la segunda venida y del juicio final.
Nota: El crédito por el contenido de esta publicación corresponde al Dr. Robert L. Reymond, y es un sumario parcial traducido de la sección de Escatología de su libro Theology of the Christian Faith.
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