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NO APRENDIERON NADA, O NO SE ATREVEN O LES CONVIENE DECIRLO

Cuando comenzó todo esto del Covid 19 se impuso oficialmente la “cuarentena”. Ante los misterios de este virus y las fatalidades alarmantes, el propósito de la cuarentena era evitar una proliferación sin control que provocara el agotamiento de los recursos médico-hospitalarios con la triste consecuencia de tener que escoger a quién a tratar y a quién dejar morir.


Para entonces la consigna era “Quédate en casa.” Yo fui uno de los que más repitieron e insistió en ella. El miedo que se generó no dejaba mejor alternativa. Algunos, inclusive, murieron en el hogar por falta de atención médica, por miedo a la propagación o al contagio. El desconocimiento acertado de toda la variedad de síntomas asociados, sumado a la insuficiencia de pruebas para diagnosticar, tornó la plaga en una pandemia de magnitud apocalíptica.

De allá para acá ha llovido mucho. Han pasado largos y angustiosos meses. Hemos perdido seres queridos. Pero, a la vez, el conocimiento científico y empírico ha progresado lo suficiente como para enfrentar la pandemia con un mejor y más efectivo arsenal capaz de quitarnos el miedo, y poder bregar satisfactoriamente con el Corona Virus. Sabemos que hay protocolos, e inclusive países que han reducido exitosamente las mortalidades por contagio.

Sin embargo, sabemos que el virus no ha desaparecido. Está todavía ahí, y no se irá. Y estamos conscientes de que tarde o temprano todos nos vamos a contagiar. Afortunadamente, se supone que con lo que sabemos hoy acerca de cómo tratar a una persona contagiada desde el primero de cualquiera de los síntomas asociados, no hay por qué terminar en el corredor de la muerte de los entubados o ventilados. Es más, se ha dicho ya que esto está contraindicado.

Por otra parte, las pruebas están desacreditadas por su inexactitud en dar falsos positivos y negativos. La “solución milagrosa” de las vacunas está por verse. Todavía hay que esperar. Sabemos “que la prisa es mala consejera.” Y hasta se teme en caso de vacunarse, en una re-infestación las consecuencias podrían ser peor que la enfermedad.

Lo más lamentable de todo esto es que después de tan largos y angustiosos meses, cuando se supone que el gobierno y los asesores médicos nos den mejores noticias que cuando comenzó todo esto, lo único que se les ocurre es el retroceso de volver a la “cuarentena” o imponer mayores restricciones sociales y comerciales. En otras palabras, estamos “como el primer día” (y que me perdone Alberto Cortez).

Por todo lo expuesto, no me queda más remedio que pensar que el gobierno, la clase médica y el sistema hospitalario: O NO APRENDIERON NADA, O NO SE ATREVEN DECIR LO QUE HAN APRENDIDO, O NO LES CONVIENE DECIRLO DEBIDO A LOS INTERESES CREADOS. ¡QUE FALTA NOS HACE UN MARTÍN LUTERO PERO EN EL CAMPO DE LA MEDICINA!

Y el Médico, Secretario de Salud, Gobierno o Político que tenga miedo de decir la verdad, que se compre un perro, o lo que es mejor, que lo adopte.

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