Duelo a Muerte
Los hombres de antes eran machos de verdad. Estaban dispuestos a defender el honor como los gallitos defienden la vida con las espuelas. Esto que te voy a contar ocurrió en la plaza de recreo de Utuado. Era la época de los compontes y de los serenos que pasaban de noche anunciando la hora.
Resulta que había dos candidatos a la gobernación que se les pasó la mano en lo que se dijeron por tuite. Llegaron a hacerse ofensas personales ¡muy feas! Y decidieron arreglar las cosas como se hacía antes, en un duelo. ¡Y pa' qué fue eso! Se citaron pa' enfrentarse a tiros en la plaza del pueblo. Eran como las doce del medio día. Se pusieron de espaldas y comenzó la cuenta de cincuenta pasos. ¡Muchacho!, cuando iban por los cuarenta, resonó una explosión que parecía que el mundo se iba a acabar. Había estallado el grito de Lares, y aquello sonaba como si los federales hubieran lanzao la bomba atómica.
La verdad es que todo el mundo salió corriendo despavorido, y los dolientes salieron de allí como alma que lleva el diablo. Uno se montó en Camarero y el otro en Silver, y galoparon jalda abajo en direcciones opuesta. Para hacerte la historia larga más corta, uno de ellos llegó todavía asustado a Miramar, a la casa de don Pedro Nicolao en Arecibo; y el otro, al Catillo Serrallés en Ponce. Para pasar el susto ¡cogieron una clase de juma!, uno con Llave blanco y el otro con Don Q colorao, que casi acaban con las destilerías de eso dos pueblos, y tuvieron que pasar la noche en las casas de esos amigos, revolcándose en el piso como perros de rico. Porque esa gente sí que tenían chavos.
Al otro día, después que pasaron la borrachera y el susto, y muy bien aconsejados por don Pedro y Serralles, recapacitaron y se pusieron de acuerdo para hacer la paz, y entregarle las armas al Marshal Dilon, que era el jefe de la policía en San Juan. Esa reunión a las doce del medio día fue famosa y memorable. Hasta el Dr. Chapatín, abandónó el turno de emergencia en la Juliá por si se complicaban las cosas acá, y con el se trajo a Mr. Girafales y al enfermero Barriga por si había que hacer uso del mollero y ponerles la camisa de fuerza. Pero, no hubo necesidad de nada de eso. Entregaron las armas como perros regañaos con el rabo entre las pastas. Y se acogieron al indulto de la Junta Fiscal que mandaron los federales. A partir de entonces, bautizaron el lugar como La Plaza de Armas, y así se sigue llamando hasta hoy. Y también fue de esta historia que el Marshal Dilón tomo la idea para grabar el primer episodio de la Ley del Revolver, que la rodaron en Caimito Alto.
Lo que pudo haber sido una desgracia, tuvo un final feliz y dulce porque el Marshal Dilon los invitó para celebrar con gastos pagos por el municipio, nada menos que a la ¡Bombonera! Y como era de cachete, se pusieron las botas comiendo tantas donas, mallorcas, pastelillos de guayaba y merengue. Y por ser tan afrentaos a cuenta del bolsillo ageno, al poco tiempo los dos murieron de diabetes. Murieron por la boca como el pescao. A que esto nadie te lo había contao.